Lorca, itinerario en Caibarién
Por Luis Machado Ordetx
«[…] No creo en el artista sentado, sino en el artista caminante…»[1] F.G.L.A la mar, en las aguas del norte, allende a la costa, se adentró el poeta García Lorca, para, junto a un grupo de amigos, disfrutar de los contagios del paisaje y de la melodía de la brisa dispuesta en las cercanías de la Villa Blanca. Confirmó cómo «[…] el andaluz, con un profundo sentido espiritual, entrega a la naturaleza todo su tesoro íntimo con la completa seguridad de que será escuchado»,[2] por los peculiares y tenues embrujos de la sorprendente realidad.Toda culpabilidad por su travesía aventurera, decía, constituía una obligatoriedad del hispanista Chacón y Calvo, causante del acontecimiento marinero desde el inicio de la presentación de su conferencia en «Homenaje a Soto de Rojas» —del domingo último de marzo de 1930—, al hablar con notable vehemencia de los distintivos insulares que bordean a la ciudad portuaria cubana.Y recordaba con machacona obstinación lo expuesto por el otro: «[…] Su actual viaje a Cuba es una paréntesis feliz y alegre. Yo espero que nuestra isla de [sic] luz y deje su huella honda en el espíritu de mi amigo. Caibarién, con sus cayos múltiples, con su paisaje marinero, contemplaría con nuevas perspectivas la imagen risueña y cálida de nuestra isla que se llevará para siempre el poeta […] en su gran colección, en su gran archivo de folklorista y viajero, y más aún en su fino espíritu de hombre…»[3] Reseñas, relacionadas con la estancia del creador de La zapatera prodigiosa (1930), aparecieron en publicaciones de la localidad, y la conferencia que impartió sufrió versiones en los diarios La Verdad, El Deber, El Imparcial, El Comercio, La Opinión y…El editorialista Armando Morales Rojas, director de Los Duendes, testifica que el autor de Romancero Gitano, junto a José María Chacón y Calvo —vicepresidente de la Institución Hispanocubana de Cultura, y además guía del agasajado—, así como del sagüero Carnicer Torres, el santaclareño Juan Domínguez Arbelo, y los periodistas Ramón Arenas Hernández (Ramiro de Armas), Vicente Treto Rivero y otros escritores, fueron a la búsqueda de la «bohemia divertida» y el recreo exaltado.«La mañana del lunes sorprendió al granadino y a algunos de los compañeros en diálogo con Tomás Ampudía, dueño del café El Louvre, frente al parque Martí, donde adquirieron licores varios y cogieron rumbo a la zona de Punta Brava, terreno en que está la playa 'El coco', denominada así por la transparencia de las aguas, y a la sombra de plantas de anones, se regocijaron de los baños que posibilita el espacio reservado por la armazón de una casucha de guano […], y en las rancherías de las cercanías del Yacht Club, intercambiaron palabras con algunos grumetes , para luego internarse en dos embarcaciones hacia las profundas zonas de Villalba, en Conuco…»[4] También el poeta Arenas Hernández, al recordar su tránsito como redactor de la revista Archipiélago, una voz de tierra adentro para el Continente, a finales de la década de los cuarentas, contó al declamador Severo Bernal Ruiz, la posibilidad que tuvo, en su juventud, de divulgar para las páginas de El Dante, los periplos de Lorca por la cayería, y el gozo que sintió el español al percibir la «cruz aérea» que asemejan los vuelos de colonias de flamencos, aves de exquisitez inusual, desde tiempos de los fenicios y los romanos, por sus furores sagrados para muchas civilizaciones humanas.«Esa es la naturaleza, de largas patas y un duro pico para remover el agua y buscar alimentos, con ése plumaje rojizo y deslumbrante, único, para proteger feos polluelos grises, nacidos tras una danza nupcial, de elegante asedio del macho y la esquiva aparente de una hembra que cae rendida en lugares discretos, donde realiza una cópula que nadie ve, con lo que revive lo imaginado por todos en una transparente poesía…»,[5] escribió el otro al acordarse de la afirmación del español.Tal parece que, deudor al fin, inmortalizaba al cordobés don Luis de Góngora en el gusto infinito por los mares y los vericuetos que encierran los detalles del entorno del hombre.En tierra adentro, previo al arribo del poeta a Sagua la Grande —el sábado 22 de marzo de 1930, luego de la invitación cursada por el periodista Ciro Espinosa a nombre de la filial de la Institución Hispanocubana de Cultura de la Villa del Undoso—, la prensa de Caibarién sustentó que era posible una estancia del escritor en los salones de la Colonia Española de la localidad.Igual criterio rondó en los diarios El Comercio y La Correspondencia, de Cienfuegos, donde Felipe Silva Gil y Pedro López Dórticos, formularon el interés en recibirlo a mediados de abril.La Opinión, de la Villa Blanca, el martes 18 de marzo de 1930, indica en titular de primera página: «Hispano-Cubana de Cultura», y resalta: «Para el domingo 29 de marzo nos anuncia la Filial de Caibarién una conferencia por el gran poeta granadino Federico García Lorca, no habiendo escogido aún el tema de su conferencia. Una nueva era de actividades promete la Hispano-Cubana».[6]El día que llegó el autor del Romance de la luna de los gitanos (1927) a territorio del Undoso, primer sitio villareño y del interior del país que recorrió a plenitud, El Meridiano indicó que a finales de mes programarían una importante disertación, a cargo de un extranjero, nombrado García Lorca, considerado entre las revelaciones poéticas de la Generación del 27 en España.[7]El Comercio, del viernes 4 de abril de 1930, rubricó «El poeta García Lorca en la Tribuna de la Hispanocubana de Cultura», y destacó: «[…] Durante más de una hora mantuvo el interés del selecto auditorio que lo escuchaba y con un lenguaje elevado, finísimo, hermoso en la forma y más hermoso aún en el fondo, evocó la figura del gran poeta granadino Soto de Rojas, olvidado ya en estos días, pero emocionalmente recordado por el joven e ilustrado poeta español.«El conferencista fue frecuentemente aplaudido y su presentación ante el público de Caibarién la hizo brillantemente el Dr. Chacón y Calvo, nuestro ilustre amigo, que no solo ha desfilado por la prestigiosa tribuna local, sino que en distintas ocasiones ha visitado a esta localidad.»[8]Otros periódicos exponen que el lunes en la noche, último del mes de marzo, estuvo rondando con los amigos por Padre Varela y Martí, donde se encantó con las reposterías del café-dulcería El Suizo y Casino, y no se cansó de elogiar los decorados interiores, llenos de arabescos, arcos de medio punto y elementos neoclásicos, existentes en el Liceo local. También diferentes redactores se encargaron de puntualizar sobre la visita al Hotel España, en Justa número 9, donde degustaron la especialidad de la casa: la salsa de perro, elaborada con pescados de ese tipo, tomate, ají dulce y picante, ajo, cebolla, aceite, vinagre y papa. A España, dicen, se llevó esa receta alimenticia.La comitiva que acogió a Lorca en Caibarién, decidió, a instancia del dramaturgo Domínguez Arbelo, viajar el martes primero de abril hasta Santa Clara, con el propósito de efectuar una estancia intermedia, para efectuar un diálogo con intelectuales de ese territorio y de Cienfuegos. Abordaron los automóviles en la piquera del Parque Martí, llegaron a Remedios a saludar a Pérez Abreu, y en la capital provincial recibieron un banquete en el Gran Hotel «Las Palmas», propiedad de Marcelino Rodríguez, en la calle Domingo Mujica, número 7, cercano a la plaza del Mercado.El periódico Federación, de Santa Clara, del viernes 4 de abril, hizo una reseña del encuentro en que intervinieron intelectuales locales junto a visitantes foráneos, lugar en que López Dorticós, presente en la reunión, reiteró la posibilidad de una disertación en la Perla del Sur.[9]El viaje de retorno a Caibarién, pasado el mediodía, devino en separación momentánea. El miércoles 3, el granadino y Chacón y Calvo, al amanecer, casi al unísono con los cantos del los gallos, abandonaron las respectivas habitaciones del Hotel Comercio, en Justa número 28, y se dirigieron junto a un grupo de amigos hasta la estación de ferrocarril, para tomar el tren Caibarién-Sagua la Grande-Estación Central, destino a La Habana.Era las 7:45 a.m., y la despedida ocurrió con el pitazo del conductor, originando una ruta expedita, donde «[…] su genio: el genio de un imán que todo lo atrajese»,[10] como lo definió Jorge Guillén, decantara una estela definida en el quehacer literario de entusiastas villareños, dispuestos en lo próximo a tener a García Lorca en un retorno efímero por estas tierras.[1] Federico García Lorca: «Imaginación, inspiración y evasión», en Obras completas, p. 1543, Editorial Aguilar, Madrid, 1962.
[2] Federico García Lorca: «El cante jondo (primitivo canto andaluz), Idem., p. 1524.
[3] José María Chacón y Calvo: «Lorca, poeta tradicional», en El Meridiano, Caibarién, 3 (182):6, martes 1 de abril de 1930. Reproducción íntegra en Revista de Avance, 1930, La Habana, IV (45):101-103, tomo V, abril 15 de 1930.
[4] Armando Morales Rojas: «Lorca por Caibarién», en Los Duendes, Caibarién VI (42):4, jueves 3 de abril de 1930. V. Carteles, La Habana, Volumen xv (19):30, mayo 11 de 1930. Aquí aparece una foto del poeta junto al grumete Conrado Suárez, tomada en ese lugar por Chacón y Calvo.
[5] Carta de Ramón Arenas Hernández al declamador villaclareño Severo Bernal Ruiz, sábado 17 de junio de 1949. [Inédita].
[6] La conferencia se tituló «Homenaje a Soto de Rojas (Pedro, el discípulo de Góngora», llamada también «Un poeta gongorino del siglo xvii», efectuada en la mañana del domingo 30 de marzo de 1930 en los salones de la Colonia Española de Caibarién.
[7] V. El Meridiano, Caibarién, 3(175):6, sábado 22 de marzo de 1930.
[8] Cfr. El Comercio, Caibarién, xvii (19):2, viernes 4 de abril de 1930.
[9] V. Florentino Morales: «La visita del poeta-dibujante "vanguardista" García Lorca provoca polémicas en Cienfuegos», revista Signos (128):341-363, Santa Clara, 1976.
[10] Jorge Guillén: «Prólogo», Obra Completa, Op. cit., p. xix.
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