René, el visitador folklórico
Por Luis Machado Ordetx «Un pueblo sin tradición es un pueblo sin porvenir.» Alberto Lleras Camargo¡ESPÍAS!, sí, un séquito de delirantes informadores —directos, propios, adicionales o ajenos—, tiene en su comarca. Claro, no podría ser de otro modo el misterio que, por décadas, dispone el escritor en los asientos guajiros de Camajuaní, sitio donde ostenta un plantío seguro para hurgar y colectar fantasmagorías sobre muertos, aparecidos, madres de agua, güijes, bandoleros, jinetes sin cabeza, velorios, personajes populares y...Jamás podrá existir otra razón para ubicar ahí a René Batista Moreno, un filigranista que atrapa el gesto o la palabra inverosímil en la conmoción de la risa, incluso del choteo y el humor, conseguida gracias a una despierta oralidad cuentística.Un toque de distinción ganó, a saltos de duro bregar, desde que vino al mundo, allá en 1941, por las cercanías de la colonia cañera «La Ofelia», y cuando, de la mano de la tía materna Luisa, se internó en incontenibles visiones que luego lo impulsaron a «cazar» los vericuetos del folklore campesino, popular y de la cultura tradicional.Como enjambre latiente, también envuelve las lides parranderiles entre los barrios Chivos y Sapos de su terruño natal, fiebre que lo sostiene en tensión como un «aparente o distante» observador.Nada escapó desde entonces a su mirada escutradora, de águila en acecho, y de pantera ennoblecida. Por trillos y guardarrayas persiguió hasta las «sombras de los árboles» para, en un susurro, proteger del tiempo lo mejor de las anécdotas recopiladas. Ahora está aquí, casi a flote con una carga de libros escritos y otros por nacer.En Cuba, que conste, Batista Moreno constituye el mayor émulo de Samuel Feijóo Rodríguez [San Juan de los Yeras, 1914-La Habana, 1992], en los pesquisajes de todos los valores encerrados por la cultura popular, en un hacer rumoroso que recorre otros territorios, con el propósito de conseguir refraneros, dicharachos, costumbres y hasta las nimiedades que sugen al instante.Tal vez, ahí estribe el garbo periodístico y el ejercicio profesional que lo acompaña, y del por qué, con los años y el sedimento de una treintena de libros publicados. Méritos sobran a este hombre autodidacto, con una experiencia inabarcable en la realización investigativa y hasta en la profesión de gastrónomico, para sumergirlo dentro del franco diálogo.Desde que lo intimé en amistad, dos décadas atrás, en un oficio que jamás desdeñó —como cajero-cobrador de una pizzería—, era un inquisidor en el «reclutamiento bondadoso» de ciertos «espías» que lo nutrían de fabularios y de las pistas de personajes vivientes o fallecidos, con los que luego conformaba fichas llevadas al papel impreso o las fotografías.LECCIONES DE FEIJÓOUnos 30 años tenía Batista Moreno cuando entabló una singular relación de trabajo con el poeta, narrador y folklorista de San Juan de los Yeras, y juntos deambularon por los campos cercanos a Camajuaní, con el afán adentrarse en las tradiciones populares formuladas por las comunidades de isleños y sus descendientes. La misión: trasladarlas con ciertas individualidades de la narración oral a las publicaciones impresas.
- ¿Cuáles fueron las aportaciones de Samuel durante casi una década de visitas ininterrumpidas a la vivienda familiar?
- Eres un poeta trunco, tras los lauros que recibieron Componiendo un paisaje y Concierto para cuatro gatos. ¿Donde reside el calor de tus investigaciones?
- ¿De ahí ese privilegio por lo periodístico?
- ¿Cuáles complacencias tienes, ahora que eres el principal testimoniante de las fabulaciones de Feijóo, como tesorero de mucha papelería cotejada con el tiempo, y estás amparado por lauros para Cultura Cubana?
[1] Publicado con el título: «René, el visitador folklórico», en Vanguardia, xliv(48):6, Santa Clara, Villa Clara, sábado 8 de julio de 2006.
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